Las
anécdotas presentadas corresponden a los alumnos del 2º curso de
Educación Secundaria. En ellas encontramos anécdotas que “aquel
día...” sucedieron a ellos mismos o a algún miembro de su
familia.
Hace
unos treinta años, cuando mi padre era joven, tenía la costumbre de
cenar lo que su madre le había dejado preparado cuando llegaba de la
discoteca tarde. Un fin de semana su madre le había dejado preparado
unos huevos fritos con salchichas para cenar. Ella acostumbraba a
ponerle la comida en una plato de zinc , pero ese día se lo puso de
Duralex, es decir, de cristal.
Mi
padre y su hermano Vito llegaron hambrientos de la discoteca y
pusieron la comida al fuego de la cocina. Vito le advirtió a mi
hermano del peligro que suponía calentar el plato al fuego y le
pidió que tuviera cuidado. Efectivamente, ¡el plato explotó!. La
pared se puso negra y uno de los huevos fritos se pegó en el techo
de la cocina. Al día siguiente, cuando su madre se levantó, se
cabreó con ellos porque habían puesto la cocina negra y el huevo
frito se había pegado al techo de la cocina. Al final, tuvieron que
limpiarlo todo entre ellos dos. Ya no volvieron a poner un plato de
cristal al fuego.
Carmen
María Bizarro Laso
EL
COCHE
Año
1992. Mi padre se compró su primer coche. Tuvo que arreglar unos
papeles en el banco y fue con el coche. Terminó de arreglarlos y se
fue a casa. A las dos o tres horas se acordó de que el coche lo
había quedado aparcado en la plaza y tuvo que volver a recogerlo.
Mis tío se enteraron de lo sucedido y se rieron durante varios días.
Javier
Águedo Cumplido
LA
CULEBRA QUE SE ESCONDÍA
Era
una mañana soleada. Mi madre, como siempre, estaba haciendo las
tareas de casa. Se dirigía al patio cuando una culebra de un metro
se le cruzó en el camino, se puso muy nerviosa, tenía mucho miedo.
Salió corriendo a la calle en busca de ayuda. Un vecino entró en mi
casa y, aunque también tenía mucho miedo, entre los dos cogieron un
palo de un cepillo viejo y la mataron.
Gloria
García Valero
EL
TREN DE GERONA
Mis
padres estaban trabajando en Gerona por el año 1995. Vinieron de
visita a Madrid a ver a mis tíos y, para ello, cogieron el tren que
salía de Figueras dirección a Algeciras, el cual pasaba por Madrid.
Cuando estaban montados en el tren, a mi madre le entraron las dudas
porque vio en el tren mucha gente de Marruecos. Insistió a mi padre
para que se bajara y preguntara si el tren pasaba por Madrid. En ese
momento, el tren se puso en marcha quedando a mi padre en el andén y
a mi madre dentro. Mi padre se montó otra vez en el tren en marcha,
mientras mi madre gritaba por la ventanilla: “¡Paren, paren!”, y
un montón de gente la acompañó en sus desesperados gritos. El tren
no paró y el jefe de estación, que había intentado parar para que
mi padre no se montara andando, sorprendido, se puso las manos en la
cabeza.
Javier
Águedo Cumplido
LA
PISCINA INVISIBLE
El
día 20 de agosto de 1994 yo tenía 10 años. Estaba en la calle de
mi abuela jugando con mis amigas al “torito en alto”. Me subí a
una acera muy alta que hay. Entonces me imaginé que estaba en la
piscina y me tiré de la acera para abajo. Lo peor de todo es que,
cuando miré, tenía la pala y el labio roto. Me llevaron al médico
y me dieron dos puntos en el labio. Estuve tres días con los puntos.
María
Isabel Bizarro Bravo
EL
PONY
En
el año 2005 mi hermano tenía nueve años y mis padres les compraron
un pony . Solíamos montarlo dentro del solar porque estaba
alumbrado. Mi hermano le dijo a mi padre que quería
montarlo fuera del solar, en la calle. Mi padre accedió y sacaron
fuera al pony, pero este, al verse libre, echó a correr con mi
hermano montado en su lomo. Gritaba “¡Papaçá, cómo se para
esto!”. Mi padre le gritaba que se tirara y, al final, se tiró y
el pony siguió su camino. Fue la última vez que montó a caballo.
Javier
Águedo Cumplido
ASALTO
A LA
CASA
Hace
unos años estaba celebrando el día de Nochevieja con unos amigos y
la mujer que nos había arrendado la cochera para celebrarla se había
ido al “Bar de los viejos” a una fiesta para celebrar también la
entrada del nuevo año. La mujer volvió a las cinco de la madrugada
y nos dijo que si nos podíamos saltar por el patio de su casa, que
estaba al lado de la cochera, para abrirle por dentro porque había
perdido la llave y no podía entrar.
Saltamos
y la puerta del patio tenía colocada una bombona de gas detrás.
Como no podíamos entrar, la rompimos un poco para poder entrar.
Cuando estábamos dentro un pájaro que había allí se salió de la
jaula y empezó a revolotear por la casa. Ya, por fin, fuimos a abrir
la puerta pero...¡tenía dos cerraduras!. Una de ellas sí la
pudimos abrir pero la otra no, así que tuvimos que darle patadas
hasta que se abrió. Menos mal que la mujer nos dijo que no pasaba
nada por haber roto la puerta, pues de otra manera no habría podido
entrar en su casa esa noche.
María
Cielo Conejo Lima
EL
TURRÓN
Corría
el año 1980. No había tantas golosinas como ahora. Solía venir una
furgoneta al pueblo vendiendo turrón, cien pesetas una tableta. Mi
tío Pepe le decía a mi abuela que le comprara una tableta, pero mi
abuela se negaba. Tanto insistió que, al final, mi abuela le dio las
cien pesetas para que fuesen él y sus hermanos a comprar la barra de
turrón. Pero, como había pasado un rato, el hombre del turrón
inició la marcha para otro sitio. Mi tío Pepe y mi tío Juan
salieron corriendo detrás de la furgoneta. Mi tío lloraba y le
decía a mi tío Juan: “¡Corre, Juan, que se va la furgoneta!”.
Tuvieron que correr desde la casa de mi abuela hasta la carretera. El
hombre los vio y paró. Después de mucho correr y mucho llorar,
consiguieron el turrón.
Javier
Águedo Cumplido
EL
LADRÓN DE CHORIZOS
Hace
unos cuantos años, cuando mis padres se fueron a trabajar a Mallorca
se llevaron diez colgaeros de chorizo. Mi padre los guardaba en la
cocina con puerta de manilla. Tenían en Mallorca un perro llamado
Adán, de raza pastor alemán, era muy bonito, su pelaje era de color
marrón, negro y blanco y ya había crecido. Los chorizos fueron
desapareciendo y mis padres se asombraban pero no se dijeron nada,
hasta que un día mi madre le preguntó a mi padre:
- ¿Cuántos chorizos
te has comido ya?
Mi
padre le dijo que era ella quien se los habría comido porque él no
los había probado. En ese momento los dos pensaron lo mismo: “¡El
perro!”. Por la noche lo vigilaron y descubrieron que efectivamente
era el perro el que se los comía: levantaba la pata delantera y
abría la manilla para comérselos.
Mario
Lucas García
UN
EXTRAÑO
Un
día de verano, hace aproximadamente tres años, mi hermana se
encontraba en casa limpiando. Estaba fregando el pasillo y tenía la
puerta de la calle abierta para que se secara más rápido. Fue un
momento al baño y, desde allí, empezó a escuchar el sonido de
abrir los cajones del mueble que está en la entrada de mi casa.
Cuando salió, se dio cuenta de que había un desconocido y,
naturalmente, se asustó mucho. Le preguntó al hombre, que tenía
muy mal aspecto físico, si había entrado en casa, lo que el hombre
negó tajantemente. Mi hermana continuó preguntándole y el
desconocido solo le contestaba que él venía a visitar a Cecilia, y,
como en el barrio no hay ninguna vecina con ese nombre, mi hermana no
lo creía y empezó a asustarse aún más. Fue al patio y me avisó
de lo que estaba ocurriendo (yo estaba en el patio de una vecina que
comunicaba con el mío) y me prohibió que abriera la puerta para
entrar en casa.
Por
fin el desconocido se convenció de que allí no encontraría a
ninguna Cecilia y se marchó. Al poco rato, llegó a casa de mi
vecina, donde yo me encontraba, el hombre que mi hermana definía, y
resultó ser el cuñado de nuestro vecino.
Gloria
García Valero
UN
DÍA DE CAMPO
Un
domingo por la mañana fuimos al campo mi padre, mis hermanos Juan
María y Alejandro y yo a buscar espárragos. Teníamos que atravesar
un arroyo. Mi padre, que era el que iba el primero, pasó sin
dificultad porque sus piernas son más largas, pero mis hermanos no
podía pasar. Mi padre decidió entonces poner una piedra para que
ellos pudieran pasar. Mi hermano Juan María pasó bien, mi hermano
Alejandro también , pero yo pisé mal la piedra que puso, se ladeó
y....¡zasss! fui a parar al agua, me mojé toda la ropa y tuvimos
que volvernos para atrás para cambiarme y volver a pasar sin que me
cayera.
Al
final todo salió bien y cogimos los espárragos.
Carmen
María Bizarro Laso
EL
COCHE
Mi
madre tenía que ir a Badajoz con mi abuela porque se había caído y
se había fracturado un hombro. Tenían la cita de revisión a las
once de la mañana y querían salir de casa a las nueve y media. Iban
bien de hora. Mi padre se había llevado a trabajar el coche
“grande” (como nosotros lo llamamos).Mi abuela llegó a mi casa y
mi madre se puso muy nerviosa, creía que mi padre se había llevado
el otro coche, un Peugeot, al que llamamos el coche “chico”.
Corriendo se acercó al solar a buscarlo sin pararse a mirar en la
cochera. Al abrir la puerta del solar, vio que el coche no estaba
alli y empezó a ponerse más nerviosa aún. Al llegar a casa, se lo
explicó todo a mi abuela, que le preguntó si había mirado en la
cochera. Mi madre se
fue a asomar y descubrió que el coche estaba allí. Llegaron a
tiempo a Badajoz.
Mario
Lucas García
LA
BUENA SUERTE DE MI PADRE
Un
día por la tarde fui a cazar con mi cuñado Manuel. Llegamos al
sitio y vimos inmediatamente un jabalí, pero se nos fue. Al poco
tiempo mi cuñado vio otro jabalí pero también se le fue. Después,
Canela, la perra, se metió en el zarzal e hizo que saliera un
jabalí. Este venía derecho hacia mí, se me quería “aventar”,
yo le tiré con una piedra y, con ayuda de la fortuna, lo maté.
Al
día siguiente fuimos otra vez pero esta vez a cazar perdices a
Valencita. Vimos una perdiz, le tiró mi cuñado y mi sobrino aunque
no consiguieron abatirla: tiré yo y lo conseguí.
María
Isabel Bizarro Bravo
LA
BARBACOA
Mi
tío nos invitó a la familia a pasar un día en su solar para comer,
beber, bañarnos en la piscina...Llegó la hora de la comida y, tras
comer, mi he4rmano y mi prima se metieron en la piscina para
refrescarse, pues hacía mucha calor esa día de verano. Mi tío fue
a buscar algo a la cochera y se escapó su perrita Dina. Salió a
correr detrás de las gallina, ya que había estado toda la mañana
atada y ahora se sentía liberada. Las gallinas empezaron a
revolotear y, finalmente, acabaron en la piscina, junto a la perra,
mi hermano y mi prima. Todo
se llenó de plumas, pero, a pesar de eso, fue un día inolvidable.
Sara
Boza Gómez
EL
RATÓN PÉREZ
Era
un día de verano de julio en el que estábamos jugando en Oliva al
fútbol. A mi hermano le dieron un balonazo en la boca y se le cayó
un diente. Primero lloró, pero después se puso contento porque
sabía que esa noche el ratón Pérez pasaría por su habitación y
le dejaría un regalo a cambio del diente. Llegó la tarde y mi
hermano estaba cada vez más nervioso porque sabía lo que iba a
suceder. Jugamos hasta que se fueron todos nuestros amigos y, al
llegar a casa, mi hermano se fue a duchar, cenamos y nos fuimos a
duchar pronto.
A
la mañana siguiente, el ratoncito Pérez vino. A mí me dejó un
juego parar la PSP y mi hermano no encontraba su regalo, hasta que
miró detrás del cojín y descubrió un balón Adidas del Barcelona.
Se puso muy feliz.
Mario
Lucas García
UN
DÍA DE ROMERÍA
Era
el día de San Isidro, día de fiesta en el pueblo. Mi tía tenía
diez años y estaba muy nerviosa porque era la primera vez que se iba
a montar en burro. Decidió cogerlo ella sola y se fue a dar un paseo
con él. El paseo fue largo y al burro le entró sed y giraba en
dirección a la laguna. Se quería meter en el agua y mi tía no
tenía fuerzas para pararlo, por lo que tuvo que pedir ayuda a unos
caballistas que pasaban por allí. Finalmente consiguieron sacarlo y
mi tía se tuvo que ir andando.
Gloria
García Valero
LAS
TRAVESURAS DE MI PADRE
Mi
abuela estaba blanqueando las paredes y mi padre estaba jugando con
el barro a hacer casas. Cuando se aburrió de jugar, no tuvo otra
idea que limpiarse las manos en una de las paredes que mi abuela ya
había blanqueado. Muy enfadada, mi abuela le dio un bofetón “que
le salió el barro por las orejas” y se quedó más de una semana
son salir de casa y limpiando las paredes hasta que quedaron como una
patena.
José
Antonio Gata Garrido
LA
MATANZA PELIGROSA
Hace
unos años estábamos en la matanza de mi tía Carmen. Estábamos
jugando a ver quién tiraba la piedra más lejos. Juan María es el
que ganaba siempre. Mi hermano Alejandro no encontraba más piedras
pequeñas, vio una teja y la partió en trozos pequeños. Fue a tirar
un trozo y sin querer le dio a mi hermano Juan María, con tan mala
suerte que le hizo una breca en la cabeza, que no dejaba de sangrar.
Mi madre, que se preocupa mucho, cogió la manguera y empezó a
echarle agua por la cabeza. Finalmente, se fueron al médico porque
se había mareado y no dejaba de salir sangre. Le taparon la herida y
regresó a la matanza. Mi madre le relató a mi hermano Alejandro por
tirar cosas y no volvió a tirar nada más.
Carmen
María Bizarro Laso
EL
GRAN SALTO DE MI HERMANA
Una
tarde de agosto mi hermana y yo íbamos a echar de comer a una cerda
que teníamos. La cerda estaba suelta por el solar y a mi hermana le
daba miedo. Finalmente, se metió en el solar y empezó a correr.
Detrás de ella también corría la cerda. Mi hermana estaba aterrada
y sin pensarlo decidió saltar la pared sin apoyar las manos, con tan
mala suerte que se torció el tobillo al caer y lo tuvo hinchado
durante muchos meses.
José
Antonio Gata Garrido
LA
CAÍDA EN PATINETE
Una
tarde estábamos mi prima y yo en su casa muy aburridas y le dije a
mi prima si le apetecía salir a la calle a jugar con el patinete. Yo
era dos años mayor que ella, así que, como era más lista, le dije
que se tirara ella primero y si se caía ya no me tiraba yo. Ella,
muy convencida, se tiró la calle abajo y, cuando me di cuenta, se
había caído. Desde entonces no se ha vuelto a montar en un patinete
en su vida.
Sara
Boza Gómez
EL
RATÓN
Era
un día por la mañana cuando mi madre estaba fregando la casa. Yo
era pequeño (podría tener unos dos años) y le dije a mi madre que
me miraba. Ella se dirigió a la salita y, de pronto, vio un ratón.
Empezó a chillar histérica y se subió al sillón. Yo, como era
pequeño, hice lo mismo que ella, me subí al sillón y empecé a
chillar. Mi madre me pidió el móvil que estaba encima de la mesa
para llamar a mi abuelo, que vino lo más rápido posible y mató el
ratón.
Alejando
Aguilera Barragán
LA
CHAPA DEL GOL
Cuando
era pequeño, a los siete u ocho años, me fui con algunos de mis
amigos a jugar al fútbol a la plaza. Al llegar, hicimos los equipos
y empezamos a jugar. Mi equipo tenía el balón y el que lo llevaba
no sabía a quién pasarlo porque estaba rodeado, no veía ningún
hueco libre, pero yo sí lo vi. Le dije que me pasara el balón y
entonces corrí rápido hacia la otra portería y me puse delante del
portero para que no nos quitara el balón, pero, al pasármelo, había
una chapa en el suelo y me resbalé. pero, ¡cuál fue mi sorpresa!
Al resbalarme le di sin querer al balón y metí un gol que ni el
portero se esperaba. Me di un buen golpe pero al menos metí el gol.
María
Cielo Conejo Lima
NUESTRA
PISCINA
En
una tarde calurosa de verano mi primo y yo estábamos en mi casa
tirándonos a la piscina después de coger carrerilla en un pasillo
de césped artificial. Él cogió impulso para hacer una voltereta en
el aire, le salió mal y se chocó contra el aro de la piscina...se
hizó daño en la espalda. Pero todo acabó bien y fue una tarde muy
divertida.
José
Antonio Gata Garrido
LA
EXCURSIÓN DE MI HERMANA
Un
día fui de excursión en verano a Jerez de los Caballeros. Íbamos
visitando sus calles, cuando en una de ellas vimos a una mujer que
pedía dinero porque era pobre. Le echamos 50 céntimos cada uno,
pero una de mis amigas le echó una moneda de chocolate y la mujer se
enfadó mucho y nos relató. Después llegamos a una habitación y me
caí de las escaleras, me hice daño, me llevaron al médico y me
vendaron la mano.
María
Isabel Bizarro Bravo
LA
MULA MANEÁ
Un
día, mi abuela estaba en el campo con mi abuelo, mi madre y mi tía.
Mi madre y mi abuelo se subieron a una encina. Mi abuela le dijo a mi
abuelo que se iba a montar en la mula, sin saber que la mula estaba
maneá. Se montó y la mula, puesto que no podía andar, empezó a
dar brincos. Mi abuela gritaba como una loca agarrada fuertemente a
la mula, mientras mi abuelo y mi madre, desde la encina, se estaban
desternillando de risa. Mi tía escuho a mi abuela y, si no hubiese
sido por ella, la mula jamás hubiera parado.
Alejandro
Aguilera Barragán
EL
TIRACHINAS
Un
día como otro cualquiera, mi padre estaba en el campo jugando con un
tirachinas y sus amigos estaban intentando ver quién tiraba la
piedra más lejos por el regato. Mi padre, con casi quince años, fue
atirar la piedra con el tirachinas y al querer tirarla...¡trackk! La
piedra le dio en el ojo izquierdo. Tuvieron que irse al médico pero
tardaron mucho en llegar porque el coche iba muy lento. Cuando
llegaron, lo miraron y a los tres o cuatro días tuvo que ser
operado.
A
los dieciocho años tendría que haber ido a la mili, pero no pudo
porque estuvo ingresado casi dos meses porque veía muy mal.
Volvieron a operarlo y, tras dos meses, empezó a ver mejor, así que
pudo hacer los dos últimos meses del Servicio Militar.
Hoy
ve muy mal y, por eso, muchas veces estamos en el campo y nos da sin
querer porque no nos ve. Necesita gafas y solo ve por un ojo. En fin,
que por culpa de un tirachinas mi padre ha perdido la visión en un
ojo.
Víctor
Manuel Bizarro Laso
UN
DÍA EN EL PANTANO
Un
día de verano mi madre, sus hermanos y mis abuelos fueron al pantano
de Brovales a pasar el día. Se llevaron una rueda del tractor para
subirse en ella cuando estuvieran en el agua. Después de comer,
cogieron la rueda y se metieron en el agua. Conseguían subirse en la
rueda, pero cuando estaban en lo más alto...¡splaff!..al agua se
iban. Mi madre intentó subirse y lo consiguió. Empezó a decir que
era normal que no se hubiera caído porque ella aguantaba muy bien el
equilibrio (se puso chula ante sus hermanos). Para que se le quietara
la chulería mi tío José Antonio fue por detrás sin que ella se
diera cuenta, se metió debajo del agua, se dejó caer detrás de
ella y mi madre se fue al agua y la rueda detrás de ella. Al final,
todo terminó entre risas y chapuzones.
Víctor
Manuel Bizarro Laso
LA
FAENA
Mi
padre tenía una faena a medias con Birili. Un día a mi padre se le
estropeó el móvil y yo le presté el mío. Estaban en la cama,
listos para dormir, cuando de repente sonó la alarma de mi móvil:
“Moça, moça, así vose me mata...” y Birili dio un salto de la
cama diciendo: “¿onde está esa moça? ¿onde está esa moça?”.
Sara
Boza Gómez
UN
DÍA DESAGRADABLE EN EL CAMPO
Hace
tiempo, cuando mi hermano Alejandro tenía cuatro años y yo siete,
fuimos al campo, a la casa que tenemos allí. Hacía tanto frío que
mi madre tuvo que hacer un brasero de picón y ponerlo debajo de la
mesa. Aquí comenzó todo: a mi hermano Alejandro se le rompió la
pata de la silla y se cayó dentro del brasero de picón, se quemó
la mano y tuvimos que ir rápidamente al médico para que le curara
las quemaduras. El médico nos dijo que tenía una quemadura y que se
tenía que echar una crema.
¡No
se volvió a sentar nunca en una silla de plástico!
Carmen
María Bizarro Laso
EL
DOS POR UNO DE MI ABUELO
Un
día iba yo a llevarle picón a Andrés y, cuando llegué a su casa,
subí al doblao para dejárselo allí. Pasé para salir y me caí del
balcón. Como no me dolía nada, me fui al campo a echarle de comer a
los perros y a las cabras. Fui a buscar a una oveja “paría” que
estaba en un cercado, pero cuando llegué al cercado no me di cuenta
d que había un charco y me caí al agua.
María
Isabel Bizarro Bravo
UNA
CAÍDA CASI MORTAL
Hace
ya unos años, mi hermana Carmen estaba aburrida en casa y decidió
ir a llamar a Cielo para jugar en la plaza. Cuando llegaron a la
plaza, vieron que había más niños. Estuvieron un rato sentadas en
el banco hasta que se fueron los niños para poder jugar a “Torito
en alto”. Cielo se la picaba y Carmen se subió a un banco para que
no la cogiera y entonces mi hermana quiso saltar por el respaldo del
banco y...¡zasss! Se le quedó el pie enganchado y se cayó
literalmente de narices, ya que se raspó toda la nariz, aunque
extrañamente a las gafas no les paso nada, ni un solo rasguño. Se
fueron a la tienda de mi madre porque, además de que le dolía
mucho, a Cielo le daba repelús, así que mi madre la curo y, al poco
tiempo, ya no tenía nada.
Víctor
Manuel Bizarro Laso
EL
PELUQUERO
Un
día mi padre iba a ir a pelarse. Era pequeño y un hombre le metió
miedo diciéndoles que el peluquero era cojo y, si se movía lo más
mínimo cuando lo estuviera pelando, le cortaría la oreja. Mi padre
no se lo creyó, pero cuando llegó a la peluquería con mi abuela y
vio que el peluquería era cojo, empezó a gritar que no se quería
pelar porque le iba a cortar la oreja. Mi abuela intentó convencerlo
de que eso no pasaría, pero fue inútil y, finalmente, se tuvo que
llevar a mi padre a casa con los mismo pelos con los que había
llegado a la peluquería.
Alejandro
Aguilera Barragán
EL
PICOTAZO
Hace
ya muchos años, cuando yo tenía dieciséis años y mi hermana
Teresa catorce, mi padre nos llevó a la feria de Fregenal de la
Sierra. Al llegar, mi padre se puso a hablar con otras personas
mayores y nos dio dinero para que nos divirtiéramos en la feria. No
queríamos alejarnos, así que fuimos a una tómbola, que era lo que
estaba más cerca. Le dije a mi hermana: “Vamos a comprar un
boleto”. Fuimos las dos a comprarlo y, cuando llegamos, no había
nadie. Al rato nos enteramos de que nos había tocado el premio
gordo. Al oírlo, la gente de alrededor empezó a venir hacia
nosotras y cada vez había más personas. El dueño de la tómbola no
me decía qué era el premio, solo me dijo que se llamaba “El
picotazo”, y, antes de dármelo, me preguntó si lo quería cambiar
por un reloj, una muñeca...Ya le pedí que me diera el premio porque
estaba impaciente...al dármelo, descubro decepcionada que “El
picotazo”, el premio gordo, no era más que ¡un baño de
plástico!.
María
Cielo Conejo Lima
LA
PUERTA ROTA
Una
noche me estaba duchando en mi casa y, al salir del baño, escuché
un ruido muy fuerte: la puerta del armario de la cocina se había
caído encima del brazo de mi hermano Alejandro. Él se estaba
haciendo un Cola-cao y, de pronto, se le vino la puerta encima. Le
dolía mucho, así que se fueron a Oliva, ya que aquí no había
médicos en turno de noche. Tras pasar una hora, llegó a casa para
irse a Basdajoz, donde le pusieron una escayola. Cuando llegó, hacia
la una de la madrugada, fue cuando se tomó el dichoso Cola-cao y lo
tuvo que calentar, claro.
Víctor
Manuel Bizarro Laso
CUANDO
MI PADRE CAYÓ A UN POZO
Era
un día nublado, dos de noviembre, día que se hace una misa en el
cementerio a los Difuntos. Mi padre tenía seis años y este día
decidió ir a pasar el día con un grupo de amigos al campo que está
enfrente del cementerio. En los días anteriores había llovido, por
lo que en el campo había muchos charcos y barro. Los amigos se
pusieron a jugar, corriendo unos detrás de otros, sin darse cuenta
de que el brocal de un pozo que había allí tenía un agujero. Mi
padre tuvo la mala suerte de pisar el barro y resbaló cayendo al
pozo. No sabía nadar, pero aun así pudo ayudarse con un palo que
había dentro del pozo, pues los vecinos tiraban basura allí.
Los
amigos de mi padre se asustaron y comenzaron a dar gritos para que
los pudieran escuchar las personas que estaban en misa, que acudieron
a su rescate. Sin embargo, ninguno lo ayudaba a salir, por lo que mi
padre se ponía cada vez más nervioso. Por fin apareció un hombre
que regresaba del campo con unas bestias y, con la ayuda de una soga,
se metió en el pozo, le dio la mano a mi padre y pudo liberarlo de
aquel infierno.
Gloria
García Valero
UN
DÍA DE AGUA
Un
día mi abuelo fue a coger gurumelos con un amigo. Se pararon en la
carretera y subieron a un cerro cada uno en busca de sus gurumelos.
Comenzó a llover. Llovía fuertemente y mi abuelo no encontraba a su
amigo por más que lo llamaba. Por la pérdida de visibilidad que
provocaba la fuerte lluvia, mi abuelo se perdió en el campo, no
conseguía localizar la carretera. Se encontró a un hombre con un
paraguas y le preguntó por la carretera. Siguió las indicaciones y
se encontró a otro hombre con una cuba, que él pensó que era su
amigo, pero que en realidad era otro hombre que también se había
perdido. Siguió el camino y, cuando por fin encontró la carretera,
vio a su amigo montado en el Renault 5 verde.
Alejandro
Aguilera Barragán
EL
CHIVO
Mi
hermano era pequeño, tendría unos tres años y tenía un chivo. Era
marrón y se llamaba Antón. Mi hermano lo trataba como si fuera un
caballo: se montaba encima de él, le hacía caricias, jugaba con él
le tiraba de las orejas...hasta que un día el chivo murió. Mi padre
le dijo a mi hermano que el chivo se había escapado del corral para
que no llorara, ya que mi hermano le tenía mucho aprecio. Se
pusieron los dos a buscar al chivo, aun sabiendo mi padre ya que el
chivo había muerto. Pero así mi hermano siempre pensaría que algún
día volvería.
Sara
Boza Gómez
LA
PUERTA INVISIBLE
En
la época en que la yo estaba en Badajoz estudiando en la Universidad
para obtener la carrera de Maestro de Ciencias, me fui con un
compañero de la universidad, en uno de los pocos ratos que tenía
libres, a un bar que estaba cerca de allí a tomarnos unas copas. Al
llegar al bar, vimos que tenía unas puertas que eran completamente
de cristal, excepto la manilla para abrirla. Entramos y estuvimos
allí un buen rato charlando, pero mi amigo se tenía que marchar
porque había quedado para ir al cine. Se fue y olvidó su monedero
encima de la mesa, percatándose de su olvido una vez había salido
del bar. Inmediatamente se volvió a por él, pero iba tan distraído
y con tantas prisas que no vio que la puerta por la que fue a entrar
era la que estaba cerrada. De repente se oyó un ruido muy fuerte:
¡se había topado con la puerta!. Se hizo un buen chichón y ya no
volvió a ir tan distraído nunca más.
María
Cielo Conejo Lima
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