miércoles, 6 de mayo de 2015

"Aquel día..." todos hemos tenido una anécdota que recordaremos siempre y que "ahora" nos resulta divertida.




Las anécdotas presentadas corresponden a los alumnos del 2º curso de Educación Secundaria. En ellas encontramos anécdotas que “aquel día...” sucedieron a ellos mismos o a algún miembro de su familia.













EXPLOSIÓN EN LA COCINA

Hace unos treinta años, cuando mi padre era joven, tenía la costumbre de cenar lo que su madre le había dejado preparado cuando llegaba de la discoteca tarde. Un fin de semana su madre le había dejado preparado unos huevos fritos con salchichas para cenar. Ella acostumbraba a ponerle la comida en una plato de zinc , pero ese día se lo puso de Duralex, es decir, de cristal.
Mi padre y su hermano Vito llegaron hambrientos de la discoteca y pusieron la comida al fuego de la cocina. Vito le advirtió a mi hermano del peligro que suponía calentar el plato al fuego y le pidió que tuviera cuidado. Efectivamente, ¡el plato explotó!. La pared se puso negra y uno de los huevos fritos se pegó en el techo de la cocina. Al día siguiente, cuando su madre se levantó, se cabreó con ellos porque habían puesto la cocina negra y el huevo frito se había pegado al techo de la cocina. Al final, tuvieron que limpiarlo todo entre ellos dos. Ya no volvieron a poner un plato de cristal al fuego.

Carmen María Bizarro Laso
EL COCHE
Año 1992. Mi padre se compró su primer coche. Tuvo que arreglar unos papeles en el banco y fue con el coche. Terminó de arreglarlos y se fue a casa. A las dos o tres horas se acordó de que el coche lo había quedado aparcado en la plaza y tuvo que volver a recogerlo. Mis tío se enteraron de lo sucedido y se rieron durante varios días.
Javier Águedo Cumplido

LA CULEBRA QUE SE ESCONDÍA
Era una mañana soleada. Mi madre, como siempre, estaba haciendo las tareas de casa. Se dirigía al patio cuando una culebra de un metro se le cruzó en el camino, se puso muy nerviosa, tenía mucho miedo. Salió corriendo a la calle en busca de ayuda. Un vecino entró en mi casa y, aunque también tenía mucho miedo, entre los dos cogieron un palo de un cepillo viejo y la mataron.
Gloria García Valero
EL TREN DE GERONA
Mis padres estaban trabajando en Gerona por el año 1995. Vinieron de visita a Madrid a ver a mis tíos y, para ello, cogieron el tren que salía de Figueras dirección a Algeciras, el cual pasaba por Madrid. Cuando estaban montados en el tren, a mi madre le entraron las dudas porque vio en el tren mucha gente de Marruecos. Insistió a mi padre para que se bajara y preguntara si el tren pasaba por Madrid. En ese momento, el tren se puso en marcha quedando a mi padre en el andén y a mi madre dentro. Mi padre se montó otra vez en el tren en marcha, mientras mi madre gritaba por la ventanilla: “¡Paren, paren!”, y un montón de gente la acompañó en sus desesperados gritos. El tren no paró y el jefe de estación, que había intentado parar para que mi padre no se montara andando, sorprendido, se puso las manos en la cabeza.

Javier Águedo Cumplido

LA PISCINA INVISIBLE

El día 20 de agosto de 1994 yo tenía 10 años. Estaba en la calle de mi abuela jugando con mis amigas al “torito en alto”. Me subí a una acera muy alta que hay. Entonces me imaginé que estaba en la piscina y me tiré de la acera para abajo. Lo peor de todo es que, cuando miré, tenía la pala y el labio roto. Me llevaron al médico y me dieron dos puntos en el labio. Estuve tres días con los puntos.

María Isabel Bizarro Bravo

EL PONY

En el año 2005 mi hermano tenía nueve años y mis padres les compraron un pony . Solíamos montarlo dentro del solar porque estaba alumbrado. Mi hermano le dijo a mi padre que quería montarlo fuera del solar, en la calle. Mi padre accedió y sacaron fuera al pony, pero este, al verse libre, echó a correr con mi hermano montado en su lomo. Gritaba “¡Papaçá, cómo se para esto!”. Mi padre le gritaba que se tirara y, al final, se tiró y el pony siguió su camino. Fue la última vez que montó a caballo.

Javier Águedo Cumplido


ASALTO A LA CASA

Hace unos años estaba celebrando el día de Nochevieja con unos amigos y la mujer que nos había arrendado la cochera para celebrarla se había ido al “Bar de los viejos” a una fiesta para celebrar también la entrada del nuevo año. La mujer volvió a las cinco de la madrugada y nos dijo que si nos podíamos saltar por el patio de su casa, que estaba al lado de la cochera, para abrirle por dentro porque había perdido la llave y no podía entrar.
Saltamos y la puerta del patio tenía colocada una bombona de gas detrás. Como no podíamos entrar, la rompimos un poco para poder entrar. Cuando estábamos dentro un pájaro que había allí se salió de la jaula y empezó a revolotear por la casa. Ya, por fin, fuimos a abrir la puerta pero...¡tenía dos cerraduras!. Una de ellas sí la pudimos abrir pero la otra no, así que tuvimos que darle patadas hasta que se abrió. Menos mal que la mujer nos dijo que no pasaba nada por haber roto la puerta, pues de otra manera no habría podido entrar en su casa esa noche.

María Cielo Conejo Lima

EL TURRÓN

Corría el año 1980. No había tantas golosinas como ahora. Solía venir una furgoneta al pueblo vendiendo turrón, cien pesetas una tableta. Mi tío Pepe le decía a mi abuela que le comprara una tableta, pero mi abuela se negaba. Tanto insistió que, al final, mi abuela le dio las cien pesetas para que fuesen él y sus hermanos a comprar la barra de turrón. Pero, como había pasado un rato, el hombre del turrón inició la marcha para otro sitio. Mi tío Pepe y mi tío Juan salieron corriendo detrás de la furgoneta. Mi tío lloraba y le decía a mi tío Juan: “¡Corre, Juan, que se va la furgoneta!”. Tuvieron que correr desde la casa de mi abuela hasta la carretera. El hombre los vio y paró. Después de mucho correr y mucho llorar, consiguieron el turrón.

Javier Águedo Cumplido

EL LADRÓN DE CHORIZOS

Hace unos cuantos años, cuando mis padres se fueron a trabajar a Mallorca se llevaron diez colgaeros de chorizo. Mi padre los guardaba en la cocina con puerta de manilla. Tenían en Mallorca un perro llamado Adán, de raza pastor alemán, era muy bonito, su pelaje era de color marrón, negro y blanco y ya había crecido. Los chorizos fueron desapareciendo y mis padres se asombraban pero no se dijeron nada, hasta que un día mi madre le preguntó a mi padre:
- ¿Cuántos chorizos te has comido ya?
Mi padre le dijo que era ella quien se los habría comido porque él no los había probado. En ese momento los dos pensaron lo mismo: “¡El perro!”. Por la noche lo vigilaron y descubrieron que efectivamente era el perro el que se los comía: levantaba la pata delantera y abría la manilla para comérselos.

Mario Lucas García

UN EXTRAÑO

Un día de verano, hace aproximadamente tres años, mi hermana se encontraba en casa limpiando. Estaba fregando el pasillo y tenía la puerta de la calle abierta para que se secara más rápido. Fue un momento al baño y, desde allí, empezó a escuchar el sonido de abrir los cajones del mueble que está en la entrada de mi casa. Cuando salió, se dio cuenta de que había un desconocido y, naturalmente, se asustó mucho. Le preguntó al hombre, que tenía muy mal aspecto físico, si había entrado en casa, lo que el hombre negó tajantemente. Mi hermana continuó preguntándole y el desconocido solo le contestaba que él venía a visitar a Cecilia, y, como en el barrio no hay ninguna vecina con ese nombre, mi hermana no lo creía y empezó a asustarse aún más. Fue al patio y me avisó de lo que estaba ocurriendo (yo estaba en el patio de una vecina que comunicaba con el mío) y me prohibió que abriera la puerta para entrar en casa.
Por fin el desconocido se convenció de que allí no encontraría a ninguna Cecilia y se marchó. Al poco rato, llegó a casa de mi vecina, donde yo me encontraba, el hombre que mi hermana definía, y resultó ser el cuñado de nuestro vecino.

Gloria García Valero

UN DÍA DE CAMPO

Un domingo por la mañana fuimos al campo mi padre, mis hermanos Juan María y Alejandro y yo a buscar espárragos. Teníamos que atravesar un arroyo. Mi padre, que era el que iba el primero, pasó sin dificultad porque sus piernas son más largas, pero mis hermanos no podía pasar. Mi padre decidió entonces poner una piedra para que ellos pudieran pasar. Mi hermano Juan María pasó bien, mi hermano Alejandro también , pero yo pisé mal la piedra que puso, se ladeó y....¡zasss! fui a parar al agua, me mojé toda la ropa y tuvimos que volvernos para atrás para cambiarme y volver a pasar sin que me cayera.
Al final todo salió bien y cogimos los espárragos.

Carmen María Bizarro Laso

EL COCHE

Mi madre tenía que ir a Badajoz con mi abuela porque se había caído y se había fracturado un hombro. Tenían la cita de revisión a las once de la mañana y querían salir de casa a las nueve y media. Iban bien de hora. Mi padre se había llevado a trabajar el coche “grande” (como nosotros lo llamamos).Mi abuela llegó a mi casa y mi madre se puso muy nerviosa, creía que mi padre se había llevado el otro coche, un Peugeot, al que llamamos el coche “chico”. Corriendo se acercó al solar a buscarlo sin pararse a mirar en la cochera. Al abrir la puerta del solar, vio que el coche no estaba alli y empezó a ponerse más nerviosa aún. Al llegar a casa, se lo explicó todo a mi abuela, que le preguntó si había mirado en la cochera. Mi madre se fue a asomar y descubrió que el coche estaba allí. Llegaron a tiempo a Badajoz.

Mario Lucas García

LA BUENA SUERTE DE MI PADRE

Un día por la tarde fui a cazar con mi cuñado Manuel. Llegamos al sitio y vimos inmediatamente un jabalí, pero se nos fue. Al poco tiempo mi cuñado vio otro jabalí pero también se le fue. Después, Canela, la perra, se metió en el zarzal e hizo que saliera un jabalí. Este venía derecho hacia mí, se me quería “aventar”, yo le tiré con una piedra y, con ayuda de la fortuna, lo maté.
Al día siguiente fuimos otra vez pero esta vez a cazar perdices a Valencita. Vimos una perdiz, le tiró mi cuñado y mi sobrino aunque no consiguieron abatirla: tiré yo y lo conseguí.

María Isabel Bizarro Bravo


LA BARBACOA

Mi tío nos invitó a la familia a pasar un día en su solar para comer, beber, bañarnos en la piscina...Llegó la hora de la comida y, tras comer, mi he4rmano y mi prima se metieron en la piscina para refrescarse, pues hacía mucha calor esa día de verano. Mi tío fue a buscar algo a la cochera y se escapó su perrita Dina. Salió a correr detrás de las gallina, ya que había estado toda la mañana atada y ahora se sentía liberada. Las gallinas empezaron a revolotear y, finalmente, acabaron en la piscina, junto a la perra, mi hermano y mi prima. Todo se llenó de plumas, pero, a pesar de eso, fue un día inolvidable.

Sara Boza Gómez

EL RATÓN PÉREZ

Era un día de verano de julio en el que estábamos jugando en Oliva al fútbol. A mi hermano le dieron un balonazo en la boca y se le cayó un diente. Primero lloró, pero después se puso contento porque sabía que esa noche el ratón Pérez pasaría por su habitación y le dejaría un regalo a cambio del diente. Llegó la tarde y mi hermano estaba cada vez más nervioso porque sabía lo que iba a suceder. Jugamos hasta que se fueron todos nuestros amigos y, al llegar a casa, mi hermano se fue a duchar, cenamos y nos fuimos a duchar pronto.
A la mañana siguiente, el ratoncito Pérez vino. A mí me dejó un juego parar la PSP y mi hermano no encontraba su regalo, hasta que miró detrás del cojín y descubrió un balón Adidas del Barcelona. Se puso muy feliz.

Mario Lucas García

UN DÍA DE ROMERÍA

Era el día de San Isidro, día de fiesta en el pueblo. Mi tía tenía diez años y estaba muy nerviosa porque era la primera vez que se iba a montar en burro. Decidió cogerlo ella sola y se fue a dar un paseo con él. El paseo fue largo y al burro le entró sed y giraba en dirección a la laguna. Se quería meter en el agua y mi tía no tenía fuerzas para pararlo, por lo que tuvo que pedir ayuda a unos caballistas que pasaban por allí. Finalmente consiguieron sacarlo y mi tía se tuvo que ir andando.

Gloria García Valero

LAS TRAVESURAS DE MI PADRE

Mi abuela estaba blanqueando las paredes y mi padre estaba jugando con el barro a hacer casas. Cuando se aburrió de jugar, no tuvo otra idea que limpiarse las manos en una de las paredes que mi abuela ya había blanqueado. Muy enfadada, mi abuela le dio un bofetón “que le salió el barro por las orejas” y se quedó más de una semana son salir de casa y limpiando las paredes hasta que quedaron como una patena.

José Antonio Gata Garrido

LA MATANZA PELIGROSA

Hace unos años estábamos en la matanza de mi tía Carmen. Estábamos jugando a ver quién tiraba la piedra más lejos. Juan María es el que ganaba siempre. Mi hermano Alejandro no encontraba más piedras pequeñas, vio una teja y la partió en trozos pequeños. Fue a tirar un trozo y sin querer le dio a mi hermano Juan María, con tan mala suerte que le hizo una breca en la cabeza, que no dejaba de sangrar. Mi madre, que se preocupa mucho, cogió la manguera y empezó a echarle agua por la cabeza. Finalmente, se fueron al médico porque se había mareado y no dejaba de salir sangre. Le taparon la herida y regresó a la matanza. Mi madre le relató a mi hermano Alejandro por tirar cosas y no volvió a tirar nada más.

Carmen María Bizarro Laso

EL GRAN SALTO DE MI HERMANA

Una tarde de agosto mi hermana y yo íbamos a echar de comer a una cerda que teníamos. La cerda estaba suelta por el solar y a mi hermana le daba miedo. Finalmente, se metió en el solar y empezó a correr. Detrás de ella también corría la cerda. Mi hermana estaba aterrada y sin pensarlo decidió saltar la pared sin apoyar las manos, con tan mala suerte que se torció el tobillo al caer y lo tuvo hinchado durante muchos meses.

José Antonio Gata Garrido

LA CAÍDA EN PATINETE

Una tarde estábamos mi prima y yo en su casa muy aburridas y le dije a mi prima si le apetecía salir a la calle a jugar con el patinete. Yo era dos años mayor que ella, así que, como era más lista, le dije que se tirara ella primero y si se caía ya no me tiraba yo. Ella, muy convencida, se tiró la calle abajo y, cuando me di cuenta, se había caído. Desde entonces no se ha vuelto a montar en un patinete en su vida.

Sara Boza Gómez

EL RATÓN

Era un día por la mañana cuando mi madre estaba fregando la casa. Yo era pequeño (podría tener unos dos años) y le dije a mi madre que me miraba. Ella se dirigió a la salita y, de pronto, vio un ratón. Empezó a chillar histérica y se subió al sillón. Yo, como era pequeño, hice lo mismo que ella, me subí al sillón y empecé a chillar. Mi madre me pidió el móvil que estaba encima de la mesa para llamar a mi abuelo, que vino lo más rápido posible y mató el ratón.

Alejando Aguilera Barragán

LA CHAPA DEL GOL

Cuando era pequeño, a los siete u ocho años, me fui con algunos de mis amigos a jugar al fútbol a la plaza. Al llegar, hicimos los equipos y empezamos a jugar. Mi equipo tenía el balón y el que lo llevaba no sabía a quién pasarlo porque estaba rodeado, no veía ningún hueco libre, pero yo sí lo vi. Le dije que me pasara el balón y entonces corrí rápido hacia la otra portería y me puse delante del portero para que no nos quitara el balón, pero, al pasármelo, había una chapa en el suelo y me resbalé. pero, ¡cuál fue mi sorpresa! Al resbalarme le di sin querer al balón y metí un gol que ni el portero se esperaba. Me di un buen golpe pero al menos metí el gol.

María Cielo Conejo Lima

NUESTRA PISCINA

En una tarde calurosa de verano mi primo y yo estábamos en mi casa tirándonos a la piscina después de coger carrerilla en un pasillo de césped artificial. Él cogió impulso para hacer una voltereta en el aire, le salió mal y se chocó contra el aro de la piscina...se hizó daño en la espalda. Pero todo acabó bien y fue una tarde muy divertida.

José Antonio Gata Garrido

LA EXCURSIÓN DE MI HERMANA

Un día fui de excursión en verano a Jerez de los Caballeros. Íbamos visitando sus calles, cuando en una de ellas vimos a una mujer que pedía dinero porque era pobre. Le echamos 50 céntimos cada uno, pero una de mis amigas le echó una moneda de chocolate y la mujer se enfadó mucho y nos relató. Después llegamos a una habitación y me caí de las escaleras, me hice daño, me llevaron al médico y me vendaron la mano.

María Isabel Bizarro Bravo

LA MULA MANEÁ

Un día, mi abuela estaba en el campo con mi abuelo, mi madre y mi tía. Mi madre y mi abuelo se subieron a una encina. Mi abuela le dijo a mi abuelo que se iba a montar en la mula, sin saber que la mula estaba maneá. Se montó y la mula, puesto que no podía andar, empezó a dar brincos. Mi abuela gritaba como una loca agarrada fuertemente a la mula, mientras mi abuelo y mi madre, desde la encina, se estaban desternillando de risa. Mi tía escuho a mi abuela y, si no hubiese sido por ella, la mula jamás hubiera parado.

Alejandro Aguilera Barragán

EL TIRACHINAS

Un día como otro cualquiera, mi padre estaba en el campo jugando con un tirachinas y sus amigos estaban intentando ver quién tiraba la piedra más lejos por el regato. Mi padre, con casi quince años, fue atirar la piedra con el tirachinas y al querer tirarla...¡trackk! La piedra le dio en el ojo izquierdo. Tuvieron que irse al médico pero tardaron mucho en llegar porque el coche iba muy lento. Cuando llegaron, lo miraron y a los tres o cuatro días tuvo que ser operado.
A los dieciocho años tendría que haber ido a la mili, pero no pudo porque estuvo ingresado casi dos meses porque veía muy mal. Volvieron a operarlo y, tras dos meses, empezó a ver mejor, así que pudo hacer los dos últimos meses del Servicio Militar.
Hoy ve muy mal y, por eso, muchas veces estamos en el campo y nos da sin querer porque no nos ve. Necesita gafas y solo ve por un ojo. En fin, que por culpa de un tirachinas mi padre ha perdido la visión en un ojo.

Víctor Manuel Bizarro Laso

UN DÍA EN EL PANTANO

Un día de verano mi madre, sus hermanos y mis abuelos fueron al pantano de Brovales a pasar el día. Se llevaron una rueda del tractor para subirse en ella cuando estuvieran en el agua. Después de comer, cogieron la rueda y se metieron en el agua. Conseguían subirse en la rueda, pero cuando estaban en lo más alto...¡splaff!..al agua se iban. Mi madre intentó subirse y lo consiguió. Empezó a decir que era normal que no se hubiera caído porque ella aguantaba muy bien el equilibrio (se puso chula ante sus hermanos). Para que se le quietara la chulería mi tío José Antonio fue por detrás sin que ella se diera cuenta, se metió debajo del agua, se dejó caer detrás de ella y mi madre se fue al agua y la rueda detrás de ella. Al final, todo terminó entre risas y chapuzones.

Víctor Manuel Bizarro Laso

LA FAENA

Mi padre tenía una faena a medias con Birili. Un día a mi padre se le estropeó el móvil y yo le presté el mío. Estaban en la cama, listos para dormir, cuando de repente sonó la alarma de mi móvil: “Moça, moça, así vose me mata...” y Birili dio un salto de la cama diciendo: “¿onde está esa moça? ¿onde está esa moça?”.

Sara Boza Gómez

UN DÍA DESAGRADABLE EN EL CAMPO

Hace tiempo, cuando mi hermano Alejandro tenía cuatro años y yo siete, fuimos al campo, a la casa que tenemos allí. Hacía tanto frío que mi madre tuvo que hacer un brasero de picón y ponerlo debajo de la mesa. Aquí comenzó todo: a mi hermano Alejandro se le rompió la pata de la silla y se cayó dentro del brasero de picón, se quemó la mano y tuvimos que ir rápidamente al médico para que le curara las quemaduras. El médico nos dijo que tenía una quemadura y que se tenía que echar una crema.
¡No se volvió a sentar nunca en una silla de plástico!

Carmen María Bizarro Laso


EL DOS POR UNO DE MI ABUELO

Un día iba yo a llevarle picón a Andrés y, cuando llegué a su casa, subí al doblao para dejárselo allí. Pasé para salir y me caí del balcón. Como no me dolía nada, me fui al campo a echarle de comer a los perros y a las cabras. Fui a buscar a una oveja “paría” que estaba en un cercado, pero cuando llegué al cercado no me di cuenta d que había un charco y me caí al agua.

María Isabel Bizarro Bravo


UNA CAÍDA CASI MORTAL

Hace ya unos años, mi hermana Carmen estaba aburrida en casa y decidió ir a llamar a Cielo para jugar en la plaza. Cuando llegaron a la plaza, vieron que había más niños. Estuvieron un rato sentadas en el banco hasta que se fueron los niños para poder jugar a “Torito en alto”. Cielo se la picaba y Carmen se subió a un banco para que no la cogiera y entonces mi hermana quiso saltar por el respaldo del banco y...¡zasss! Se le quedó el pie enganchado y se cayó literalmente de narices, ya que se raspó toda la nariz, aunque extrañamente a las gafas no les paso nada, ni un solo rasguño. Se fueron a la tienda de mi madre porque, además de que le dolía mucho, a Cielo le daba repelús, así que mi madre la curo y, al poco tiempo, ya no tenía nada.

Víctor Manuel Bizarro Laso

EL PELUQUERO

Un día mi padre iba a ir a pelarse. Era pequeño y un hombre le metió miedo diciéndoles que el peluquero era cojo y, si se movía lo más mínimo cuando lo estuviera pelando, le cortaría la oreja. Mi padre no se lo creyó, pero cuando llegó a la peluquería con mi abuela y vio que el peluquería era cojo, empezó a gritar que no se quería pelar porque le iba a cortar la oreja. Mi abuela intentó convencerlo de que eso no pasaría, pero fue inútil y, finalmente, se tuvo que llevar a mi padre a casa con los mismo pelos con los que había llegado a la peluquería.

Alejandro Aguilera Barragán

EL PICOTAZO

Hace ya muchos años, cuando yo tenía dieciséis años y mi hermana Teresa catorce, mi padre nos llevó a la feria de Fregenal de la Sierra. Al llegar, mi padre se puso a hablar con otras personas mayores y nos dio dinero para que nos divirtiéramos en la feria. No queríamos alejarnos, así que fuimos a una tómbola, que era lo que estaba más cerca. Le dije a mi hermana: “Vamos a comprar un boleto”. Fuimos las dos a comprarlo y, cuando llegamos, no había nadie. Al rato nos enteramos de que nos había tocado el premio gordo. Al oírlo, la gente de alrededor empezó a venir hacia nosotras y cada vez había más personas. El dueño de la tómbola no me decía qué era el premio, solo me dijo que se llamaba “El picotazo”, y, antes de dármelo, me preguntó si lo quería cambiar por un reloj, una muñeca...Ya le pedí que me diera el premio porque estaba impaciente...al dármelo, descubro decepcionada que “El picotazo”, el premio gordo, no era más que ¡un baño de plástico!.

María Cielo Conejo Lima

LA PUERTA ROTA

Una noche me estaba duchando en mi casa y, al salir del baño, escuché un ruido muy fuerte: la puerta del armario de la cocina se había caído encima del brazo de mi hermano Alejandro. Él se estaba haciendo un Cola-cao y, de pronto, se le vino la puerta encima. Le dolía mucho, así que se fueron a Oliva, ya que aquí no había médicos en turno de noche. Tras pasar una hora, llegó a casa para irse a Basdajoz, donde le pusieron una escayola. Cuando llegó, hacia la una de la madrugada, fue cuando se tomó el dichoso Cola-cao y lo tuvo que calentar, claro.

Víctor Manuel Bizarro Laso

CUANDO MI PADRE CAYÓ A UN POZO

Era un día nublado, dos de noviembre, día que se hace una misa en el cementerio a los Difuntos. Mi padre tenía seis años y este día decidió ir a pasar el día con un grupo de amigos al campo que está enfrente del cementerio. En los días anteriores había llovido, por lo que en el campo había muchos charcos y barro. Los amigos se pusieron a jugar, corriendo unos detrás de otros, sin darse cuenta de que el brocal de un pozo que había allí tenía un agujero. Mi padre tuvo la mala suerte de pisar el barro y resbaló cayendo al pozo. No sabía nadar, pero aun así pudo ayudarse con un palo que había dentro del pozo, pues los vecinos tiraban basura allí.
Los amigos de mi padre se asustaron y comenzaron a dar gritos para que los pudieran escuchar las personas que estaban en misa, que acudieron a su rescate. Sin embargo, ninguno lo ayudaba a salir, por lo que mi padre se ponía cada vez más nervioso. Por fin apareció un hombre que regresaba del campo con unas bestias y, con la ayuda de una soga, se metió en el pozo, le dio la mano a mi padre y pudo liberarlo de aquel infierno.

Gloria García Valero

UN DÍA DE AGUA

Un día mi abuelo fue a coger gurumelos con un amigo. Se pararon en la carretera y subieron a un cerro cada uno en busca de sus gurumelos. Comenzó a llover. Llovía fuertemente y mi abuelo no encontraba a su amigo por más que lo llamaba. Por la pérdida de visibilidad que provocaba la fuerte lluvia, mi abuelo se perdió en el campo, no conseguía localizar la carretera. Se encontró a un hombre con un paraguas y le preguntó por la carretera. Siguió las indicaciones y se encontró a otro hombre con una cuba, que él pensó que era su amigo, pero que en realidad era otro hombre que también se había perdido. Siguió el camino y, cuando por fin encontró la carretera, vio a su amigo montado en el Renault 5 verde.

Alejandro Aguilera Barragán

EL CHIVO

Mi hermano era pequeño, tendría unos tres años y tenía un chivo. Era marrón y se llamaba Antón. Mi hermano lo trataba como si fuera un caballo: se montaba encima de él, le hacía caricias, jugaba con él le tiraba de las orejas...hasta que un día el chivo murió. Mi padre le dijo a mi hermano que el chivo se había escapado del corral para que no llorara, ya que mi hermano le tenía mucho aprecio. Se pusieron los dos a buscar al chivo, aun sabiendo mi padre ya que el chivo había muerto. Pero así mi hermano siempre pensaría que algún día volvería.

Sara Boza Gómez

LA PUERTA INVISIBLE

En la época en que la yo estaba en Badajoz estudiando en la Universidad para obtener la carrera de Maestro de Ciencias, me fui con un compañero de la universidad, en uno de los pocos ratos que tenía libres, a un bar que estaba cerca de allí a tomarnos unas copas. Al llegar al bar, vimos que tenía unas puertas que eran completamente de cristal, excepto la manilla para abrirla. Entramos y estuvimos allí un buen rato charlando, pero mi amigo se tenía que marchar porque había quedado para ir al cine. Se fue y olvidó su monedero encima de la mesa, percatándose de su olvido una vez había salido del bar. Inmediatamente se volvió a por él, pero iba tan distraído y con tantas prisas que no vio que la puerta por la que fue a entrar era la que estaba cerrada. De repente se oyó un ruido muy fuerte: ¡se había topado con la puerta!. Se hizo un buen chichón y ya no volvió a ir tan distraído nunca más.

María Cielo Conejo Lima

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