Los alumnos de 1º de este nuevo curso han intentado resolver un grave problema de nuestro amigo Alfredo. El resultado ha sido original y, en ocasiones divertido.
Alfredo tenía un
grave problema y no sabía cómo resolverlo, así que decidió ir a
ver a su amigo Teodoro, que siempre tenía muy buenos consejos...
así pues se dirigió
a ver a su amigo Teodoro sin dejar de darle vueltas al asunto. Llegó
a su destino y se dispuso a contarle todo a su amigo:
- Bueno, Teodoro,
vengo en tu ayuda...me pasa una cosa y creo que tú podrías ser mi
solución.
- ¡Cuenta, cuenta!
- Bueno, Teodoro,
pues mi problema es que tengo una nueva vecina...esta nueva vecina es
un tanto rara...
- Y...
- ¡Espera, espera!
Pues a ella le encanta la música. ¡Le encanta, encanta! Es un cosa
bastante rara. Se pasa el día tocando la batería, la guitarra,
cantando, ¡pero lo que es todo el día! ¡Hasta por la noche!
- ¿Y cómo podría
yo ayudarte?
- Pues no lo sé,
¡pero ya se nos ocurrirá algo! Tú siempre me ayudas. El otro día
fui a pedirle sal ¡y cogió la sal del tarro tocando la pandereta!
Yo me quedé un poco sorprendido y quise volver a hablar con ella y
descubrir un poco más de esa pasión o vicio por la música. Ella me
contó que le encanta la música, pero hasta un punto en el que no
puede parar aunque quiera y, por eso, yo he acudido a ti, quiero
ayudarla, pero no sé cómo y creo que tú y yo podemos encontrar la
solución.
- Eso puede ser un
problema bastante grave...para ti y para ella. Tú no puedes dormir
con la música y ella tampoco, y eso os puede afectar mucho.
- ¡Hay que parar
esto!
- Estoy contigo.
- Podríamos hablar
con ella, buscar una solución los tres.
- Quizá...si se
enamorara...eso le podría ayudar a no pensar solo en la música...
- Podría ser.
Iremos a hablar ocn ella a ver qué nos dice.
A la mañana
siguiente, Teodoro y Alfredo se dirigieron a casa de Lola, su vecina,
y en aquel momento estaba tocando las maracas. Llamaron a la puerta y
Lola les abrió cantando una canción cubana con maracas. Teodoro y
Alfredo pasaron y se sentaron en el sofá. Toda su casa estaba llena
de instrumentos.
- ¡Hola, Lola! - la
saludó Teodoro -. Veníamos a hablar contigo y a ver si te podíamos
ayudar con este problema que tienes con la música.
- Sí, creemos que
te podemos ayudar – dijo Alfredo.
- Gracias. La verdad
es que necesito compañía, alguien que me entretenga.
Aquel día
estuvieron charlando y pasaron una tarde agradable los tres y Alfredo
y Lola se llevaban muy bien. Por supuesto Lola les tocó bastantes
piezas de música, aunque fue una de sus mejores tarde, pues tenía
compañía y ya tenía más cosas en las que pensar.
Pasaron los días y
Lola y Alfredo se seguían viendo mucho y casi todas las tardes
tomaban juntos el café. Así, pasaron las semanas y el problema con
la música se fue alejando.
Lola y Alfredo se
habían encontrado.
Los dos habían
encontrado el amor.
Lucía
Guerrero López
-
¡Teodoro! Tengo un grave problema.
-
Dime, Alfredo, soy todo oídos.
-
Tú sabes que cuando no está mi hermano en casa jugamos con su
videoconsola.
-
Sí.
-
Pues, mira. Ayer se fue al polideportivo a jugar y me puse a jugar
con su videoconsola. Cuando la fui a encender me apoyé en la
estantería y se cayó todo: mandos, videoconsola, juegos,
cables...¡no sé qué hacer! Se ha ido de excursión a Santander
tres días y no se ha enterado. A los juegos no les pasó nada, los
mandos se rompieron y la videoconsola no funciona y no tiene arreglo.
-
Pffff...¿tiene seguro?
-
No.
-
Pues creo que vas a tener que coger tus ahorros e ir al Mediamarkt de
la ciudad. Está muy cerca.
-
Gracias, Teodoro, muchísimas gracias.
-
Nada, hombre. Mira ofertas por si hay alguna.
-
¡Vale! ¡Adiós!
Alfredo
fue a la tienda y compró la videoconsola y dos mandos. Su hermano no
se enteró y Alfredo se la configuró tres horas antes de que llegara
gracias a un programa de recuperación de usuarios.
Manuel
Bizarro Vega
Alfredo
estaba muy triste porque su perro se había perdido esa misma tarde.
Teodoro le dijo:
-
¿Pero estás seguro de que has buscado en todas partes?
-
¡Sí!
-
¿Estás realmente seguro?
¡Que
sí, Teodoro!
-
Bueno, pues vamos a tu casa a buscarlo otra vez y, si no aparece,
fotocopiamos carteles de búsqueda.
-
Vale. Vamos.
Fueron
a casa de Alfredo y buscaron por todas partes: por la cocina, su
habitación, la de sus padres, la sala de estar... ¡y no estaba en
ninguna parte! Entonces fotocopiaron los carteles y los pusieron por
todo el pueblo, hasta que su amigo Pedro lo encontró en el parque de
la esquina de su casa. Estaba muy sucio. Alfredo se puso muy contento
pero apareció su madre con otro perro igual, diciéndole:
-
¡Ya lo he encontrado, cariño!
-
Ufff...¡vaya! ¿y ahora?
-
Ufff...
- Mi
perro tiene una mancha negra en una oreja muy particular.
Miraron
y vieron que el perro que había encontrado su madre no tenía
mancha. Alfredo le dijo a su madre riéndose:
-
¿Sabes, mama? ¡Deberías ponerte gafas!
Todos
se empezaron a reir, incluso el perro.
Clara
Bizarro Domínguez
Aldredo
ha estropeado la impresora, ha ido a sacar una imagen que en
necesitaba para un trabajo de Lengua. Ha metido los folios y le ha
dado al botón equivocado y los folios se han quedado atascados. Ha
probado a darle a todos los botones pero no salen. Así que tiene un
problema enorme cuando llegue su madre y se ponga a sacar unos
papeles que tiene que sacar y vea que la impresora no funciona por lo
que ha hecho Alfredo. Le va a echar una buena riña.
Alfredo,
desesperado, se va a casa de su amigo Teodoro a que le dé un
consejo. Teodoro le dice:
-
Creo que te puedo ayudar, amigo. Tengo dos opciones: primera, como
nuestras impresoras son iguales las podermos intercambiar. Mis padres
no se enterarán, están fuera unos días de viaje. Segunda: tienes
que decirle a tu madre que tú le sacas los papeles, te vienes a mi
casa y se los sacas aquí.
- Me
quedaré con la primera, que sospechará menos. Vamos a hacer el
intercambio ahora que mi madre no está en casa.
Se
van y hacen el intercambio y Alfredo le pregunta a Teodoro:
-
¿Qué hago con la mía? No la puedo dejar así.
-
Llévala a la tienda de tu tío, seguro que te la arregla.
Alfredo
lleva la impresora a su tío, le cuenta lo que ha pasado y su tío le
dice que se pase al día siguiente que estará lista. Alfredo se va a
su casa y llega su madre y le pide que le saque unos papeles. Alfredo
obedece y su madre no se da cuenta de que la impresora no es la
misma. Al día siguiente, cuando su madre se va al trabajo, va a
recoger la impresora y le lleva a Teodoro la suya.
-
¡Muchísimas gracias, Teodoro!
- No
hay de qué.
Celia
Borralo Alfonso
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