Escribe
una breve historia en la que aparezcan las siguientes palabras:
encina dolor ¡menos
mal! Dorotea preocupación
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Esto me sucedió una tarde de verano cuando me dirigía a pescar.
Dorotea
iba caminando por el campo buscando setas. A lo lejos vio una gran
encina que le llamó la atención. Se acercó a contemplarla y
observó un nido en una de sus ramas. Sintió la curiosidad de
averiguar si tenía pollitos y se dispuso a trepar a la rama. Cuando
estaba cerca del nido, miró hacia
abajo
y sintió una gran preocupación al no ser capaz de bajar del
árbol. Gritó unas cuantas veces pidiendo auxilio. ¡Menos mal
que una persona paseaba y escuchó sus voces! Se acercó y, al
ver a la niña en el árbol, no dudó en ayudarla a bajar, pero al
cogerla en brazos sintió un gran dolor en la espalada y tuvo
que dejarla en el suelo mientras se recuperaba. Los dos caminaron
hacia casa y, al llegar, les contó a sus padres la experiencia
vivida y sus padres, enojados, le riñeron por su acción.
Nazaret
Águedo Perera.
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Ahí está Dorotea sentada debajo de su encina favorita. Desde allí se veía todo el pueblo. De repente, tuvo un fuerte dolor de cabeza y se fue a una cabaña deshabitada que antes era de su abuelo. Allí sus padres tenían una mula llamada Rosa y una gatita blanca y negra llamada Manchita; también tenía una pequeña granja llena de gallinas y pollitos tan amarillos como el sol. De un momento a otro empezó a llover muy fuertemente y Dorotea se dijo:
- Ufff, ¡menos mal que estaba refugiada aquí! Llamaré a mi padre para que sepa dónde estoy.
Llamó a su padre y se sentó en una mecedora muy antigua y en sus brazos tenía a Manchita. Su preocupación iba en aumento pues la lluvia no cesaba; en poco tiempo el corral de las gallinas quedaría inundado. Dorotea amaba a todos los animales y temía que pudiera sucederles lo peor. Sin dudadrlo un momento, se calzó sus botas de agua, cogió su chubasquero rojo y corrió hacia el corral: abrió la cancilla, cogió los pollitos y las gallinas entre sus brazos y, saltando entre los charcos, llegó como pudo a la cabaña. Al poco rato, su padre llegó. Ya había dejado de llover y frente a la cabaña se dibujaba un enorme arcoíris.
Esa noche Dorotea durmió muy bien porque sabía que había hecho lo correcto. Salvar a aquellos animales era lo mejor que había hecho en mucho tiempo.
- Ufff, ¡menos mal que estaba refugiada aquí! Llamaré a mi padre para que sepa dónde estoy.
Llamó a su padre y se sentó en una mecedora muy antigua y en sus brazos tenía a Manchita. Su preocupación iba en aumento pues la lluvia no cesaba; en poco tiempo el corral de las gallinas quedaría inundado. Dorotea amaba a todos los animales y temía que pudiera sucederles lo peor. Sin dudadrlo un momento, se calzó sus botas de agua, cogió su chubasquero rojo y corrió hacia el corral: abrió la cancilla, cogió los pollitos y las gallinas entre sus brazos y, saltando entre los charcos, llegó como pudo a la cabaña. Al poco rato, su padre llegó. Ya había dejado de llover y frente a la cabaña se dibujaba un enorme arcoíris.
Esa noche Dorotea durmió muy bien porque sabía que había hecho lo correcto. Salvar a aquellos animales era lo mejor que había hecho en mucho tiempo.
Beatriz Torres Megías.
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Esto me sucedió una tarde de verano cuando me dirigía a pescar.
Iba
caminando con mi caña por el camino de la Herrumbre cuando de
repente escucho ladridos. Eran dos perros grandes y se dirigían a
atacarme. Entonces eché a correr hasta llegar a una encina a
la cual me subí. Llevaba allí por lo menos media hora y los perros
no dejaban de darle vuelta a la encina buscando la manera de terminar
conmigo. Yo sentía mucha preocupación.
-
¿Quién es aquella mujer que veo a lo lejos? - me pregunté.
Era
Dorotea, la dueña de los perros. ¡Menos mal! Grité.
Cuando
fui a bajar de la encina me caí y sentí mucho dolor, pero
estaba contento porque los perros se habían ido. Decidí continuar
mi trayecto hacia la laguna. Cuando llegué miré el reloj. ¡Eran
las ocho! ¡Y mi madre me dijo que a las ocho y media tenía que
estar en casa! Entonces volví hacia atrás y me quedé sin pescar
ese día.
Y
colorín colorado me he quedado sin pescado.
José
Miguel Díaz Gata.
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Dorotea
era una niña que vivía en un pequeño pueblo rodeado de encinas.
Un día se fue con su padre al campo a echar de comer a los animales
y se le escapó una oveja. Al día siguiente se dio cuenta de que le
faltaba Margarita, la pequeña oveja, y con mucha preocupación
salió a buscarla. Tras horas de búsqueda por todos los sitios en
los que podría estar, no obtuvo resultado.
Pasaron
los días y Margarita no aparecía. Dorotea, con mucho dolor,
pensaba que ya no la encontraría y que se había perdido por su
culpa.
A la
siguiente semana llegó Manolo, su vecino del campo, con Margarita en
sus brazos.
-¡Menos
mal! - dijo Dorotea – pensaba que se había perdido y que nunca
la encontraría.
Alejandro
García Vega.
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Era
un hermoso día de verano y la familia de Ana se ha reunido en el
campo para hacer un pic-nic. Juan e Isabel ya están preparando la
barbacoa, Elena está sacando las provisiones de las neveras y Carlos
lleva la comida a la mesa. Los niños están contentos y salen
corriendo a disfrutar del momento. Iban a echar un partido de fútbol,
rápido, mientras se preparaba la comida.
-
Vamos, Ana – dice Néctor – enséñanos la jugada que hiciste
para ganar el campeonato de tu escuela.
-
Pero no tenemos tiempo, tenemos que comer.
-
Sí, venga, vamos – dice Toni.
Mientras
Juan e Isabel terminan de asar la carne en la parrilla, Carlos sireve
unas bebidas y Elena carga a María. Todos, padres y niños, parecen
disfrutar del momento. Los niños juegan y los padres animan desde la
distancia.
-
¡Vamos, Ana!
-
Buena jugada.
Ana
corre hacia el arco, que está marcado con dos jarras de agua, se
prepara para marcar...pero, de repente, cae al suelo y se oye un
grito de dolor:
-
¡Ayyyyyy!
Toni
y Néctor corren hacia ella y Carlos, su padre, sale a su encuentro.
Ana está en el suelo agarrándose la rodilla. Carlos se inclina a su
lado, con cara de tristeza y dice:
-
Vaya, no tiene buena pinta. Llamemos a tu tía Dorotea que es
médico.
-
Está de vacaciones, papá – exclamó Ana.
- Te
golpeaste bien. ¿Puedes caminar?
- No
lo sé, papá...¡qué dolor!
Poco
a poco intenta ponerse de pie pero necesita la ayuda de su padre.
Todos observan con preocupación. Carlos coge a Ana y en
compañía de Elena se dirigen al coche, que está estacionado junto
a las encinas. Se
acomodan en la furgoneta y se dirigen al hospital. Unas horas más
tarde Ana se encuentra recostada en una cama en la sala de
emergencias con la pierna vendada y una bolsa de hielo sobre la
rodilla. El doctor López se inclina cariñosamente sobre la niña:
-
Ana, afortunadamente, solo es un esguince. Tienes que guardar reposo
durante dos semanas y no jugar en dos semanas más. Si sigues mi
consejo, esto solo será un susto y pronto estarás recuperada.
-
¡Gracias, doctor! - dijo Ana.
-
¡Menos mal! Nos habíamso asustado – dijo su madre.
- Le
daré muchos recuerdos a Dorotea y le diré la buena paciente que has
sido.
-
Gracias por sus cuidados y por su atención – dijo Carlos – No ha
sido el mejor momento de conocerlo, pero Dorotea tenía razón: ¡es
usted un gran profesional!
Adrián
Lucas García.
Nos han gustado mucho todas las historias. Es muy interesabte como,con las mismas palabras,pueden surgir diferentes interpretaciones.
ResponderEliminar¡Seguid así!
ResponderEliminarSon pequeños escritos llenos de imaginación.
Ya estamos esperando los siguientes.
¡¡Ánimo!!
Empezamos a mover el lápiz. Muchas gracias por vuestra lectura y por vuestro comentarios.
ResponderEliminarMuy bien todos,ellos se están animando a escribir y nosotros deseando leer las historias .
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